El presidente del Consejo Estatal Electoral, Ceferino Cruz Lagunas, aclaró que es el Código Electoral del Estado es el que establece el pago de una fianza de los lineamientos y requisitos a los que deberán sujetarse las empresas que deseen hacer encuestas con motivo del proceso electoral a gobernador del estado.
Cruz Lagunas tambien argumentó que serán los tribunales los que en su caso determinen si se viola o no los derechos constitucionales de quienes se dedican a hacer ese tipo de estudios de opinión con esos ordenamientos.
viernes, enero 14, 2005
Se requieren reporteros y redactores...
Agencia Infogro requiere de reporteros y redactores, en todas las ciudades del estado. También solicitamos la participación de personas familiarizadas con el manejo de sitios web. Si estás interesado, escríbenos al correo que aparece arriba...
Atentamente.
EL editor.
Atentamente.
EL editor.
Solo es una duda!!
Durante su reunión con turisteros, el candidato de la Alianza Todos por Guerrero, Héctor Astudillo Flores, afirmó: en la Sefotur, ni amigo ni compadre... Mmmm... ¿Es indirecta, queja, denuncia, desliz o intención de venganza?.... Tal vez sólo fue demagogia, pero esas frasecitas dejan mucho a la imaginación.. En fin, está en campaña, dejemos que diga lo que se le ocurra...
Por cierto, también llamó la atención que en una entrevista radiofónica se autocalificó como el candidato de las banquetas y los postes... Señor candidatooo... ¡Las banquetas y los postes no votan!...
Por cierto, también llamó la atención que en una entrevista radiofónica se autocalificó como el candidato de las banquetas y los postes... Señor candidatooo... ¡Las banquetas y los postes no votan!...
El canciller incómodo...
La fiebre se ha apoderado de la fina y sutil figura del secretario de Relaciones Exteriores de México, Luis Ernesto Derbez. No sabemos quien le metió en la cabeza la idea de convertirse en secretario general de la Organización de Estados Americanos, pero ahí anda, de lambiscón y queda bien con tal de que los gringos le den el visto bueno...
Con decirle que se fue a Washington a comparecer ante una comisión especial de la OEA, donde presentó un informe acerca de su situación patrimonial, quesque para que los representantes latinoamericanos se den cuenta de que es un funcionario de lujo, que no es corrupto y que es muy chambeador...
Pues a lo mejor ante los ojos de Estados Unidos sí es muy trabajador y alcahuete, porque para el caso de México ha convertido la diplomacia en algo tan amorfo y estéril, que los países más pequeños del continente ya no nos toman en cuenta como antes... Tanto, que le dan la espalda al canciller...
Pues le contaba que andaba Luis-neto en los “yunaites” y se avnetó un discurso que hasta se sentía presidente... Y fíjese lo que posdría ser un tratamiento terapéutico: como de plano ve muy difícil que llegue a ser candidato presidencial por el PAN, por eso ahora anda caliente con ser el mero mero de la OEA...
Mientras, que se aguanten los paisanos que ya sufren los efectos de la ley 200 en el estado norteamericano de Arizona, continúa disminuyendo la presencia del país en el Consejo de la ONU Y se sigue debilitando el prestigio de la diplomacia nacional que se acuñó durante años...
La fiebre se ha apoderado de la fina y sutil figura del secretario de Relaciones Exteriores de México, Luis Ernesto Derbez. No sabemos quien le metió en la cabeza la idea de convertirse en secretario general de la Organización de Estados Americanos, pero ahí anda, de lambiscón y queda bien con tal de que los gringos le den el visto bueno...
Con decirle que se fue a Washington a comparecer ante una comisión especial de la OEA, donde presentó un informe acerca de su situación patrimonial, quesque para que los representantes latinoamericanos se den cuenta de que es un funcionario de lujo, que no es corrupto y que es muy chambeador...
Pues a lo mejor ante los ojos de Estados Unidos sí es muy trabajador y alcahuete, porque para el caso de México ha convertido la diplomacia en algo tan amorfo y estéril, que los países más pequeños del continente ya no nos toman en cuenta como antes... Tanto, que le dan la espalda al canciller...
Pues le contaba que andaba Luis-neto en los “yunaites” y se avnetó un discurso que hasta se sentía presidente... Y fíjese lo que posdría ser un tratamiento terapéutico: como de plano ve muy difícil que llegue a ser candidato presidencial por el PAN, por eso ahora anda caliente con ser el mero mero de la OEA...
Mientras, que se aguanten los paisanos que ya sufren los efectos de la ley 200 en el estado norteamericano de Arizona, continúa disminuyendo la presencia del país en el Consejo de la ONU Y se sigue debilitando el prestigio de la diplomacia nacional que se acuñó durante años...
Otra vez la familia incómoda
Una vez más, la familia presidencial se enfrenta a un escándalo de corrupción. Ahora resulta que la señora presidenta... de la Fundación Vamos México, Martha de Fox, pudo haber “recomendado” a la coordinadora de Protección Civil, Carmen Segura Rangel, que autorizara compras de suministros a precios “inflados” a una empresa que sería propiedad de familiares de la “primera dama”..
Buen negocio ¿verdad? Alguien por ahí se dio cuenta y se lo contó a alguien más que se los chismeó a los diputados de oposición —esos que disfrutan con hacerle la vida de cuadritos a su marido—. Y ahora, la la coordinadora Carmen Segura va a tener que comparecer en el Congreso de la Unión para que explique cómo es que “coordina” fomentando el “sospechosismo”
Obviamente, el equipo de prensa de la señora de Fox ya desmintió cualquier posible irregularidad, tal y como lo hizo en el caso de los “beneficios” otorgados por la Lotería Nacional a sus amigos que encabezan asociaciones de asistencia privada...
Así que mientras Martha de Fox panea volver a pasearse por televisoras y medios importantes para negar todas las acusaciones en contra suya o de su familia, el escándalo está listo para reventar... Claro, si es que el ruido de las precampañas presidenciales no sigue opacando otros temas que de verdad importan para el país...
Buen negocio ¿verdad? Alguien por ahí se dio cuenta y se lo contó a alguien más que se los chismeó a los diputados de oposición —esos que disfrutan con hacerle la vida de cuadritos a su marido—. Y ahora, la la coordinadora Carmen Segura va a tener que comparecer en el Congreso de la Unión para que explique cómo es que “coordina” fomentando el “sospechosismo”
Obviamente, el equipo de prensa de la señora de Fox ya desmintió cualquier posible irregularidad, tal y como lo hizo en el caso de los “beneficios” otorgados por la Lotería Nacional a sus amigos que encabezan asociaciones de asistencia privada...
Así que mientras Martha de Fox panea volver a pasearse por televisoras y medios importantes para negar todas las acusaciones en contra suya o de su familia, el escándalo está listo para reventar... Claro, si es que el ruido de las precampañas presidenciales no sigue opacando otros temas que de verdad importan para el país...
Los migrantes: el dilema eterno
“Que cumpla la palabra que empeñó” fue la sentencia lapidaria que espetó el secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda, en contra del presidente norteamericano George W. Bush, en reclamo por el último atentado en contra de los derechos de los connacionales que trabajan de forma ilegal en Estados Unidos.
La entrada en vigor de la ley 200 en el estado de Arizona se convirtió en la última ofensiva de un gobierno norteamericano que se ha caracterizado por su creciente discriminación en contra de las minorías, sobre todo ahora que quedaron en el pasado los momentos electorales.
Mediante la ley 200 se niegan los servicios médicos y educativos básicos a los inmigrantes, en tanto que también obliga a los funcionarios a cerciorarse de la nacionalidad de las personas que acuden a requerir esos servicios, ya que de no hacerlo serán sancionados hasta con la cárcel.
La propuesta entró en vigor el 22 de diciembre pasado, luego de que un juez de la corte federal de Tucson levantó la suspensión pedida por el Fondo Mexico América para la Defensa Legal y la Educación, quienes ahora enfrentan un proceso impugnado por la ilegalidad de dicha medida. El antecedente más significativo de esta ley es la triste iniciativa 187, originada en California y que fue desechada por su inconstitucionalidad.
Lo cierto es que a pesar de que durante su campaña para la reelección presidencial, George Bush despertó muchas expectativas con tal de obtener el voto hispano. Ahora, simple y sencillamente mantiene la misma actitud que ha caracterizado su administración: se sacude el tema de los migrantes; lo deja atorado, ignorado, atentando una y otra vez en contra de quienes se constituyen como el principal motor de esa economía.
A tres semanas de su operación, el gobierno mexicano –para variar cuando se trata de asuntos diplomáticos—está confundido. No sabe qué hacer ni como reaccionar ante este nuevo desprecio a las gestiones diplomáticas del gobierno mexicano; las reacciones son totalmente contradictorias.
El silencio presidencial se conjugó con una reacción impetuosa y hasta sorpresiva del responsable de la política interior del país, quien se atrevió a exigir a un mandatario extranjero que actúe como caballero y cumpla lo prometido. No sabemos bajo el influjo de que sustancia se encontraba, pero eso no lo hace cualquiera y menos en esos términos.
El reclamo de Santiago Creel causó cierto revuelo, sobre todo viniendo de un funcionario de la administración foxista que se ha caracterizado por su tibieza en asuntos de política de altos vuelos y su actitud timorata en torno a los problemas reales de la nación.
Por su parte, la Comisión Permanente del Congreso de la Unión llegó a un punto de acuerdo para demandar al titular del Poder Ejecutivo federal que instrumente de inmediato una estrategia en defensa de los migrantes mexicanos en Estados Unidos.
Incluso, el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, José Luis Soberanes, demandó que por dignidad, México debería retirar a su cónsul en el estado de Arizona.
Sin embargo, el canciller Luis Ernesto Derbez, quien se supone debería haber reaccionado de forma inmediata, anda más preocupado por su candidatura a la secretaría general de la Organización de Estados Americanos, que por defender a su país y a sus habitantes más allá de las fronteras.
Después de varios días de eludir el problema, el secretario de Relaciones Exteriores se limitó a alegar que si el gobierno mexicano, a través de su dependencia, se atreviera a enviar una nota diplomática de protesta, perjudicaría la relación bilateral con Washington y no solucionaría el problema de fondo. Es decir, le preocupa más andar de queda bien que cumplir con su trabajo.
Esa tibia, temerosa actitud, se sustenta precisamente en la necedad, en el capricho de Luis Ernesto Derbez de convertirse en secretario general de la OEA y con ello anda de queda bien con el gobierno norteamericano, quien desde el principio lo despreció para semejante cargo.
Incluso, mientras en el país se armaba el escándalo por la polémica ley 200, Derbez Bautista andaba en Washington con el fin de entregar su “solicitud de empleo” y su “informe patrimonial” a la OEA, para ver si se le hace la chamba. Ahí, se aventó un discurso que parecía informe de gobierno por lo largo y fastidioso, pero ahí andaba de latoso tratando de demostrar que es un funcionario honesto.
Ante los embates por la ley 200, Derbez se excusó al afirmar que desde hace seis meses, la cancillería ha estado realizando “presentaciones y explicaciones” (sic) con el fin de evitar la entrada en vigor de dicha legislación. ¡Vaya! Nos dejó fríos con tan ardua e intensa labor.
Si bien nuestro país no puede incidir en decisiones internas de un país soberano, tal vez podría asumir una actitud más activa y menos clientelar en torno a los desprecios y abusos de la diplomacia norteamericana. Adolfo Aguilar Zinder levantó ámpula cuando calificó a México como el patio trasero de Estados Unidos, y conforme pasa el tiempo, la cancillería confirma el dicho.
Tal vez si Luis Ernesto Derbez se preocupara más por hacer bien su trabajo y dejar a un lado sus calenturas protagonistas, la diplomacia mexicana podría retomar nuevos bríos y sobresalir en su entorno continental. Pero mientras eso ocurre, alrededor de ocho millones de trabajadores indocumentados –la mayoría mexicanos—continuarán esperando a que las autoridades mexicanas y norteamericanas se dignen en tomarlos en cuenta.
La entrada en vigor de la ley 200 en el estado de Arizona se convirtió en la última ofensiva de un gobierno norteamericano que se ha caracterizado por su creciente discriminación en contra de las minorías, sobre todo ahora que quedaron en el pasado los momentos electorales.
Mediante la ley 200 se niegan los servicios médicos y educativos básicos a los inmigrantes, en tanto que también obliga a los funcionarios a cerciorarse de la nacionalidad de las personas que acuden a requerir esos servicios, ya que de no hacerlo serán sancionados hasta con la cárcel.
La propuesta entró en vigor el 22 de diciembre pasado, luego de que un juez de la corte federal de Tucson levantó la suspensión pedida por el Fondo Mexico América para la Defensa Legal y la Educación, quienes ahora enfrentan un proceso impugnado por la ilegalidad de dicha medida. El antecedente más significativo de esta ley es la triste iniciativa 187, originada en California y que fue desechada por su inconstitucionalidad.
Lo cierto es que a pesar de que durante su campaña para la reelección presidencial, George Bush despertó muchas expectativas con tal de obtener el voto hispano. Ahora, simple y sencillamente mantiene la misma actitud que ha caracterizado su administración: se sacude el tema de los migrantes; lo deja atorado, ignorado, atentando una y otra vez en contra de quienes se constituyen como el principal motor de esa economía.
A tres semanas de su operación, el gobierno mexicano –para variar cuando se trata de asuntos diplomáticos—está confundido. No sabe qué hacer ni como reaccionar ante este nuevo desprecio a las gestiones diplomáticas del gobierno mexicano; las reacciones son totalmente contradictorias.
El silencio presidencial se conjugó con una reacción impetuosa y hasta sorpresiva del responsable de la política interior del país, quien se atrevió a exigir a un mandatario extranjero que actúe como caballero y cumpla lo prometido. No sabemos bajo el influjo de que sustancia se encontraba, pero eso no lo hace cualquiera y menos en esos términos.
El reclamo de Santiago Creel causó cierto revuelo, sobre todo viniendo de un funcionario de la administración foxista que se ha caracterizado por su tibieza en asuntos de política de altos vuelos y su actitud timorata en torno a los problemas reales de la nación.
Por su parte, la Comisión Permanente del Congreso de la Unión llegó a un punto de acuerdo para demandar al titular del Poder Ejecutivo federal que instrumente de inmediato una estrategia en defensa de los migrantes mexicanos en Estados Unidos.
Incluso, el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, José Luis Soberanes, demandó que por dignidad, México debería retirar a su cónsul en el estado de Arizona.
Sin embargo, el canciller Luis Ernesto Derbez, quien se supone debería haber reaccionado de forma inmediata, anda más preocupado por su candidatura a la secretaría general de la Organización de Estados Americanos, que por defender a su país y a sus habitantes más allá de las fronteras.
Después de varios días de eludir el problema, el secretario de Relaciones Exteriores se limitó a alegar que si el gobierno mexicano, a través de su dependencia, se atreviera a enviar una nota diplomática de protesta, perjudicaría la relación bilateral con Washington y no solucionaría el problema de fondo. Es decir, le preocupa más andar de queda bien que cumplir con su trabajo.
Esa tibia, temerosa actitud, se sustenta precisamente en la necedad, en el capricho de Luis Ernesto Derbez de convertirse en secretario general de la OEA y con ello anda de queda bien con el gobierno norteamericano, quien desde el principio lo despreció para semejante cargo.
Incluso, mientras en el país se armaba el escándalo por la polémica ley 200, Derbez Bautista andaba en Washington con el fin de entregar su “solicitud de empleo” y su “informe patrimonial” a la OEA, para ver si se le hace la chamba. Ahí, se aventó un discurso que parecía informe de gobierno por lo largo y fastidioso, pero ahí andaba de latoso tratando de demostrar que es un funcionario honesto.
Ante los embates por la ley 200, Derbez se excusó al afirmar que desde hace seis meses, la cancillería ha estado realizando “presentaciones y explicaciones” (sic) con el fin de evitar la entrada en vigor de dicha legislación. ¡Vaya! Nos dejó fríos con tan ardua e intensa labor.
Si bien nuestro país no puede incidir en decisiones internas de un país soberano, tal vez podría asumir una actitud más activa y menos clientelar en torno a los desprecios y abusos de la diplomacia norteamericana. Adolfo Aguilar Zinder levantó ámpula cuando calificó a México como el patio trasero de Estados Unidos, y conforme pasa el tiempo, la cancillería confirma el dicho.
Tal vez si Luis Ernesto Derbez se preocupara más por hacer bien su trabajo y dejar a un lado sus calenturas protagonistas, la diplomacia mexicana podría retomar nuevos bríos y sobresalir en su entorno continental. Pero mientras eso ocurre, alrededor de ocho millones de trabajadores indocumentados –la mayoría mexicanos—continuarán esperando a que las autoridades mexicanas y norteamericanas se dignen en tomarlos en cuenta.
La ventaja de estar informado...
Uno de los problemas de la sociedad actual es que, a pesar de que hay una excesiva oferta informativa, la gente no sabe leer periódicos o escuchar las noticias. A menos de que sean hechos de sangre, de corrupción o del espectáculo, lo demás no tiene la mayor importancia.
Y esa ignorancia funcional provoca que a veces se incurra en el pronunciamiento de cosas que ya se dieron a conocer, lo cual se hace más notorio cuando se trata de personajes públicos como los diputados...
Se lo comento porque el diputado Heriberto Noriega –quien se siente el dueño de la casa por el cargo temporal que tiene en la actual legislatura local—ahora quiere que le informen cuánto dinero le tocó a Guerrero por concepto de los recursos excedentes de la venta de petróleo y en qué se invirtieron...
¡Claro! Con eso de que anda muy en su papel –ya ve el choro mareador que se aventó el día de la entrega del informe de gobierno...--, el señor legislador quiere que le digan que onda con eso... El petróleo ya está bajando de precio y el dueño de un changarro llamado Partido de la Revolución del Sur apenas quiere enterarse de lo que ocurrió el año pasado... ¡Caray¡
Pero para que no digan que luego no dijeron lo que dijeron, le transcribo textualmente el fragmento de la entrevista que presenta en su nota el reportero Pedro Arzeta... Usted juzgue...
“Es necesario que el Poder Ejecutivo de Guerrero informe al Poder Legislativo de manera oficial a cuánto ascendió el recurso que recibió por el excedente del petróleo y en qué se invirtió, porque al día de hoy no se tiene información oficial del ahorro que ha representado la bursatilización de la deuda pública del estado”...
A ver, a ver: que se defina primero... O quiere saber del dinero del petróleo, o de la bursatilización de la deuda, porque hasta donde este mexicano pagador de impuestos entiende son cosas totalmente diferentes... Pero para el legislador pareciera que son la misma cosa...
Por otra parte, y por eso le comentaba lo de la ignorancia funcional que resulta de no estar bien informado, tal vez sería interesante recordarle al diputado perresista que el año pasado el tema de los recursos petroleros se llevó de un lado a otro... Y también podemos refrescarle la memoria en el sentido de que, quien dio la información y fiscalizó los recursos no fue el gobierno del estado, sino la mismisima Secretaría de Hacienda...
Fue a principios de junio pasado, cuando la Secretaría de Hacienda federal anunció que destinaría cinco mil millones de pesos adicionales a los estados del país, por concepto de excedentes petroleros... Posteriormente, ya en julio se publicó en medios estatales que la federación autorizó a Guerrero 280 millones de pesos...
Pero más allá del monto, lo que llama la atención –por si después de un año de grilla y quejas el legislador tampoco se enteró--, es que para liberar cada milloncito, cada peso, la Secretaría de Hacienda creó un fideicomiso en el cual cada gobierno estatal debía enviar un proyecto específico, el cual sería analizado y evaluado...
De aprobarse dichos proyectos, se liberarían los recursos. un trámite burocrático muy engorroso, pero la idea del foxismo es que los gobiernos estatales no se fueran a gastar el dinero en ondas macabras y se garantizara la realización de obras de beneficio social... Y así se hizo...
Pero, bueno, el hecho de que sea diputado local, representante del pueblo y personaje público, no quiere decir que se tenga que preocupar por temas estatales, ¿verdad? Tampoco lo obliga a leer los periódicos y enterarse de los temas que afectan a la entidad, ¿o no?
Imagínese. Si esos son los que crean las leyes, qué garantía tenemos de que saben de lo que hablan y de lo que legislan. A lo mejor ni se enteran de las cosas, pero con el chiste es hacer ruido, hablar de cosas que impacten y lucirse en estos tiempo de mucha grilla y selección de huestes para el próximo sexenio, para ver si se consigue un buen huesito, ¿no?...
En múltiples ocasiones, los diputados locales han evidenciado su desconocimiento de temas, de los cuales penosamente insisten en hablar. El requerimiento que ahora hacer Heriberto Noriega Cantú a lo mejor es legítimo, a lo mejor se sustenta sólo en su actitud protagónica para demostrar como que puede seguir enquistado en el aparato político estatal.
Lo cierto es que esta tema será aclarado en la comparecencia de los funcionarios estatales que habrá de ocurrir la próxima semana. Ahí se verá en realidad hasta dónde llega el desconocimiento de los legisladores, y hasta dónde alcanza su necesidad de lucir como que están muy trabajadores, para justificar los jugosos sueldos que cobran.
De cualquier forma, no está de más leer periódicos y atender noticiarios de radio y televisión, para más o menos saber qué es lo que pasa. Y así se evita uno quemarse con preguntas que ni al caso. ¿No cree?
Y esa ignorancia funcional provoca que a veces se incurra en el pronunciamiento de cosas que ya se dieron a conocer, lo cual se hace más notorio cuando se trata de personajes públicos como los diputados...
Se lo comento porque el diputado Heriberto Noriega –quien se siente el dueño de la casa por el cargo temporal que tiene en la actual legislatura local—ahora quiere que le informen cuánto dinero le tocó a Guerrero por concepto de los recursos excedentes de la venta de petróleo y en qué se invirtieron...
¡Claro! Con eso de que anda muy en su papel –ya ve el choro mareador que se aventó el día de la entrega del informe de gobierno...--, el señor legislador quiere que le digan que onda con eso... El petróleo ya está bajando de precio y el dueño de un changarro llamado Partido de la Revolución del Sur apenas quiere enterarse de lo que ocurrió el año pasado... ¡Caray¡
Pero para que no digan que luego no dijeron lo que dijeron, le transcribo textualmente el fragmento de la entrevista que presenta en su nota el reportero Pedro Arzeta... Usted juzgue...
“Es necesario que el Poder Ejecutivo de Guerrero informe al Poder Legislativo de manera oficial a cuánto ascendió el recurso que recibió por el excedente del petróleo y en qué se invirtió, porque al día de hoy no se tiene información oficial del ahorro que ha representado la bursatilización de la deuda pública del estado”...
A ver, a ver: que se defina primero... O quiere saber del dinero del petróleo, o de la bursatilización de la deuda, porque hasta donde este mexicano pagador de impuestos entiende son cosas totalmente diferentes... Pero para el legislador pareciera que son la misma cosa...
Por otra parte, y por eso le comentaba lo de la ignorancia funcional que resulta de no estar bien informado, tal vez sería interesante recordarle al diputado perresista que el año pasado el tema de los recursos petroleros se llevó de un lado a otro... Y también podemos refrescarle la memoria en el sentido de que, quien dio la información y fiscalizó los recursos no fue el gobierno del estado, sino la mismisima Secretaría de Hacienda...
Fue a principios de junio pasado, cuando la Secretaría de Hacienda federal anunció que destinaría cinco mil millones de pesos adicionales a los estados del país, por concepto de excedentes petroleros... Posteriormente, ya en julio se publicó en medios estatales que la federación autorizó a Guerrero 280 millones de pesos...
Pero más allá del monto, lo que llama la atención –por si después de un año de grilla y quejas el legislador tampoco se enteró--, es que para liberar cada milloncito, cada peso, la Secretaría de Hacienda creó un fideicomiso en el cual cada gobierno estatal debía enviar un proyecto específico, el cual sería analizado y evaluado...
De aprobarse dichos proyectos, se liberarían los recursos. un trámite burocrático muy engorroso, pero la idea del foxismo es que los gobiernos estatales no se fueran a gastar el dinero en ondas macabras y se garantizara la realización de obras de beneficio social... Y así se hizo...
Pero, bueno, el hecho de que sea diputado local, representante del pueblo y personaje público, no quiere decir que se tenga que preocupar por temas estatales, ¿verdad? Tampoco lo obliga a leer los periódicos y enterarse de los temas que afectan a la entidad, ¿o no?
Imagínese. Si esos son los que crean las leyes, qué garantía tenemos de que saben de lo que hablan y de lo que legislan. A lo mejor ni se enteran de las cosas, pero con el chiste es hacer ruido, hablar de cosas que impacten y lucirse en estos tiempo de mucha grilla y selección de huestes para el próximo sexenio, para ver si se consigue un buen huesito, ¿no?...
En múltiples ocasiones, los diputados locales han evidenciado su desconocimiento de temas, de los cuales penosamente insisten en hablar. El requerimiento que ahora hacer Heriberto Noriega Cantú a lo mejor es legítimo, a lo mejor se sustenta sólo en su actitud protagónica para demostrar como que puede seguir enquistado en el aparato político estatal.
Lo cierto es que esta tema será aclarado en la comparecencia de los funcionarios estatales que habrá de ocurrir la próxima semana. Ahí se verá en realidad hasta dónde llega el desconocimiento de los legisladores, y hasta dónde alcanza su necesidad de lucir como que están muy trabajadores, para justificar los jugosos sueldos que cobran.
De cualquier forma, no está de más leer periódicos y atender noticiarios de radio y televisión, para más o menos saber qué es lo que pasa. Y así se evita uno quemarse con preguntas que ni al caso. ¿No cree?
martes, enero 11, 2005
Y después de la elección, ¿qué?
Un aspecto fundamental que debería ser tomado en cuenta durante las campañas electorales –y exigido por la propia ciudadanía—es la integración del gabinete que acompañará al candidato que triunfe en los comicios a gobernador del próximo seis de febrero.
A poco más de tres semanas de que los guerrerenses acudan a las urnas a emitir su sufragio, surge la inquietud de quién ocuparía los principales cargos de la próxima administración. Una quiniela que se antoja difícil, pero que debería ser un rubro reglamentado ya que de ello dependerá mucho el proceso de transición y las acciones de gobierno durante los próximos seis años.
Hasta el momento, tanto a nivel estatal como a nivel nacional, los partidos enfocan sus estrategias en la promoción de una imagen: el candidato, un ser común y corriente, de origen generalmente sencillo y humilde, que se constituye como un ejemplo para la sociedad y cuyo liderazgo, capacidad y experiencia en la administración pública son rasgos suficientes para confiarles la responsabilidad de gobernar un municipio, un estado o un país.
Y tal vez, en un intento de confiar en los políticos, se podría considerar la posibilidad de que los tres candidatos que actualmente aspiran a la titularidad del Poder Ejecutivo en Guerrero, son lo mejor que cada partido o coalición de ellos pudo haber seleccionado.
Sin embargo, quien triunfe no trabajará solo. Tiene que elegir a un grupo de políticos y administradores que deberán de ocupar 17 secretaría de despecho y casi el doble de organismos paraestatales o descentralizados, lo que representa un inevitable proceso de reconfiguración de las estructuras de poder locales, partidarias y gubernamentales.
Es decir, quien resulte ganador deberá dar a conocer el nombre de quienes, por méritos de distinta especie, a su parecer sean los perfiles ideales para desempeñar la responsabilidad de cabeza de sector. Y en ello, no siempre se acierta.
En algunos casos, se ha elegido a torturadores como jefes policiacos como ocurrió en Morelos; en otros, se trata de personas con dudosa reputación o malos antecedentes en lo que refiere a actuaciones pasadas al interior de diversos niveles de la administración pública; también hay quienes llegan a un cargo por las presiones de las cabezas de los grupos políticos a los que pertenecen, y no dudamos de que haya personas cuya capacidad les permita cumplir con el deber que se les encomiende.
Sin embargo, quiénes serán esos personajes que habrán de ocupar los principales cargos en la administración pública estatal. Eso se sabrá el mismo día en que el gobernador electo asuma el poder y no necesariamente dejará completamente satisfechos a propios y extraños.
Es por ello que así como los ahora candidatos se esfuerzan por definir las principales líneas de acción que configurarían su plan de gobierno, así como confabulan compromisos acerca de lo que puede ser y críticas a lo que es, también deberían considerar la posibilidad de que, antes del día de la elección, anuncien a los integrantes de su gabinete.
Por ejemplo, el debate se constituye como el instrumento para que la ciudadanía conozca un poco más acerca de los candidatos que buscan un cargo y los puedan comparar en un mismo y momento y lugar en cuanto a personalidades y conocimientos.
En el caso del gabinete, serviría de punto de referencia para la ciudadanía acerca de quienes se encargarán de hacer realidad en la práctica las promesas y compromisos que asume el titular del Poder Ejecutivo y, por lo tanto, en un factor que podría influir en el ánimo de los electores.
Sin embargo, para lograr que este planteamiento pudiera ser viable, se requeriría de un cambio en la legislación electoral que inicie desde el nivel federal y permee hacia los estados, lo cual se antoja difícil y complejo sobre todo si se toma en cuenta que muchos de los que trabajan en una campaña electoral tienen como aspiración el ser considerados como integrantes del gabinete entrante.
En el caso de que este equipo de trabajo se diera a conocer antes de las elecciones, podría derivar en desencanto y envidia al interior de los equipos de campaña, lo que a su vez redundaría en mayor división interna y “fuego amigo”.
Pero tampoco es algo imposible. Si se han dado casos en los que los candidatos dan a conocer sus declaraciones patrimoniales –las oficiales--, por que no sería viable el hecho de que alguno se atreva a dar a conocer quienes serán los hombres y mujeres que lo acompañarán al inicio de su posible gestión.
Aún cuando la propuesta no pasa de ser eso, sería importante para dar mayor confianza y certidumbre al electorado que cada candidato dé a conocer a los integrantes de su futuro gabinete, en el caso de que el triunfo los favorezca, para así configurar la magnitud y dimensiones posibles del cambio que tanto se promete.
A poco más de tres semanas de que los guerrerenses acudan a las urnas a emitir su sufragio, surge la inquietud de quién ocuparía los principales cargos de la próxima administración. Una quiniela que se antoja difícil, pero que debería ser un rubro reglamentado ya que de ello dependerá mucho el proceso de transición y las acciones de gobierno durante los próximos seis años.
Hasta el momento, tanto a nivel estatal como a nivel nacional, los partidos enfocan sus estrategias en la promoción de una imagen: el candidato, un ser común y corriente, de origen generalmente sencillo y humilde, que se constituye como un ejemplo para la sociedad y cuyo liderazgo, capacidad y experiencia en la administración pública son rasgos suficientes para confiarles la responsabilidad de gobernar un municipio, un estado o un país.
Y tal vez, en un intento de confiar en los políticos, se podría considerar la posibilidad de que los tres candidatos que actualmente aspiran a la titularidad del Poder Ejecutivo en Guerrero, son lo mejor que cada partido o coalición de ellos pudo haber seleccionado.
Sin embargo, quien triunfe no trabajará solo. Tiene que elegir a un grupo de políticos y administradores que deberán de ocupar 17 secretaría de despecho y casi el doble de organismos paraestatales o descentralizados, lo que representa un inevitable proceso de reconfiguración de las estructuras de poder locales, partidarias y gubernamentales.
Es decir, quien resulte ganador deberá dar a conocer el nombre de quienes, por méritos de distinta especie, a su parecer sean los perfiles ideales para desempeñar la responsabilidad de cabeza de sector. Y en ello, no siempre se acierta.
En algunos casos, se ha elegido a torturadores como jefes policiacos como ocurrió en Morelos; en otros, se trata de personas con dudosa reputación o malos antecedentes en lo que refiere a actuaciones pasadas al interior de diversos niveles de la administración pública; también hay quienes llegan a un cargo por las presiones de las cabezas de los grupos políticos a los que pertenecen, y no dudamos de que haya personas cuya capacidad les permita cumplir con el deber que se les encomiende.
Sin embargo, quiénes serán esos personajes que habrán de ocupar los principales cargos en la administración pública estatal. Eso se sabrá el mismo día en que el gobernador electo asuma el poder y no necesariamente dejará completamente satisfechos a propios y extraños.
Es por ello que así como los ahora candidatos se esfuerzan por definir las principales líneas de acción que configurarían su plan de gobierno, así como confabulan compromisos acerca de lo que puede ser y críticas a lo que es, también deberían considerar la posibilidad de que, antes del día de la elección, anuncien a los integrantes de su gabinete.
Por ejemplo, el debate se constituye como el instrumento para que la ciudadanía conozca un poco más acerca de los candidatos que buscan un cargo y los puedan comparar en un mismo y momento y lugar en cuanto a personalidades y conocimientos.
En el caso del gabinete, serviría de punto de referencia para la ciudadanía acerca de quienes se encargarán de hacer realidad en la práctica las promesas y compromisos que asume el titular del Poder Ejecutivo y, por lo tanto, en un factor que podría influir en el ánimo de los electores.
Sin embargo, para lograr que este planteamiento pudiera ser viable, se requeriría de un cambio en la legislación electoral que inicie desde el nivel federal y permee hacia los estados, lo cual se antoja difícil y complejo sobre todo si se toma en cuenta que muchos de los que trabajan en una campaña electoral tienen como aspiración el ser considerados como integrantes del gabinete entrante.
En el caso de que este equipo de trabajo se diera a conocer antes de las elecciones, podría derivar en desencanto y envidia al interior de los equipos de campaña, lo que a su vez redundaría en mayor división interna y “fuego amigo”.
Pero tampoco es algo imposible. Si se han dado casos en los que los candidatos dan a conocer sus declaraciones patrimoniales –las oficiales--, por que no sería viable el hecho de que alguno se atreva a dar a conocer quienes serán los hombres y mujeres que lo acompañarán al inicio de su posible gestión.
Aún cuando la propuesta no pasa de ser eso, sería importante para dar mayor confianza y certidumbre al electorado que cada candidato dé a conocer a los integrantes de su futuro gabinete, en el caso de que el triunfo los favorezca, para así configurar la magnitud y dimensiones posibles del cambio que tanto se promete.
El cambio soy yo.
Conforme transcurren las campañas proselitistas, el ego se va fortaleciendo en los equipos de campaña y, sobre todo, en los candidatos. Mientras al interior de los grupos que controlan alguna faceta de la actividad proselitista ya se sueñan asumiendo espléndidos cargos como premio a su trabajo, los abanderados empiezan a consolidar su actitud de mesías redentores.
Fórmulas mágicas con las que se augura se podrán solucionar carencias ancestrales, promesas populistas que parecieran resucitar el régimen paternalista que caracterizó al corporativismo del régimen priísta, compromisos que rayan en la inviabilidad presupuestal y en la pueril intención de jugar con las aspiraciones de la gente.
Esos son los conceptos en los que se sustenta el perfil mesiánico de los candidatos. Tan convencidos están de ello que aseguran que sólo con ellos como gobernadores el cambio podrá llegar a Guerrero. Enhorabuena el optimismo de los aspirantes, pero en realidad ¿a qué se refieren cuando hablan de cambio? ¡qué es lo que cambia? Vayamos por partes.
En caso de que Zeferino Torreblanca triunfara en la gubernatura el primer cambio sería el del partido en el gobierno. Y en un intento de prospectiva, tal vez se cambiaría el modo de hacer política desde el Poder Ejecutivo, asumiendo que se incorporarían algunas tácticas perredistas al tratamiento de los problemas.
Por ejemplo, sería interesante conocer la manera en como lidiarán los funcionarios perredistas con las organizaciones afiliadas a ese instituto político, que son las que tradicionalmente se han convertido en grupos de choque para desgastar al gobierno en turno, además de ser importantes negocios para sus dirigentes.
A ello habrá que sumar a las organizaciones priístas, quienes estarán más desbocadas que nunca y tendrán como consigna echar a perder todo lo que el mandatario de oposición intente, para evidenciar su incapacidad y poca madurez y visión.
Entonces, habría un cambio, pero ¿eso es bueno? Porque no siempre la alternancia ha sido garantía de generar una nueva dinámica que supere lo hecho en los regímenes perredistas. Tan es así que varias gubernaturas que fueron ganadas en las urnas o concesionadas por el salinismo, han sido recuperadas por el Revolucionario Institucional.
Rescatemos el caso federal. Hubo alternancia en Los Pinos, pero ello no ha significado un cambio para mejorar necesariamente. Hay que admitir que si el país no se le ha ido de las manos a Vicente Fox, se debe en mucho al esquema operativo que se puso en acción durante los últimos tres años de la administración de Ernesto Zedillo, así como al creciente flujo de dólares por concepto de remesas.
Pero la alternancia en muchos casos ha significado ineficacia, novatez, ignorancia, falta de capacidad política y administrativa, estupidez en los funcionarios que detentan cargos de mayor jerarquía y un derroche de recursos en esfuerzos mediáticos que llevan como fin el tratar de convencer a la gente que las cosas se hacen mejor que antes. ¿ese es el cambio?
Si triunfara Héctor Astudillo Flores, ¿cuál sería el cambio? De entrada, se trata del mismo partido político que ha gobernado a Guerrero durante más de 70 años. Si se hace un breve análisis de los rostros y personalidades que se ubican en la estructura jerárquica del equipo de campaña y del PRI, se podrá ver que no hay mucha sangre nueva. El cambio generacional en las huestes políticas se resiste a concretarse y, digamos, se trata de pan con lo mismo: una suma de los talentos que han sobrevivido de los últimos gobiernos.
El propio candidato de la coalición Todos por Guerrero ha sustentado su afirmación “El cambio soy yo” en su buena intención de hacer un gobierno más humano y cercano a la gente –el mismo discurso de hace seis años, pero con menor emoción--. Frases más, frases menos, las intenciones en las que sustenta su mensaje egocéntrico parecieran desacreditar o minimizar el trabajo hecho por el actual gobernador.
Además, hay que tomar en cuenta que, en el caso de los dos candidatos mencionados, si bien el ganador será el gobernador, no ejercerán el mando de forma unilateral e omnipotente. Tendrán que allegarse de un equipo de trabajo que no siempre resulta tan efectivo como se quisiera.
Por lo tanto, el cambio no sólo dependerá de la buena voluntad de un hombre, sino de su capacidad para elegir a la persona con el perfil adecuado para ocupar los principales cargos en la administración pública estatal, así como para mantener la cohesión y el ritmo de trabajo, más allá de la lucha de egos, la pelea entre los grupos de poder y la dispersión de aspiraciones políticas de los protagonistas.
“El cambio soy yo” es una afirmación ególatra y aventurada que no refleja más allá que la aspiración de una persona que intenta por todos los medios de convencer a los votantes que son la mejor opción. Hasta antes del año 2000, esa frase encerraba un impacto social en las corrientes de la opinión pública de mucho revuelo. Ahora, después de varios años de que el “cambio” se dio a nivel nacional, nadie garantiza que un candidato pueda enamorar a la ciudadanía de la misma forma.
A final de cuentas: ¿qué es el cambio para los políticos?
Fórmulas mágicas con las que se augura se podrán solucionar carencias ancestrales, promesas populistas que parecieran resucitar el régimen paternalista que caracterizó al corporativismo del régimen priísta, compromisos que rayan en la inviabilidad presupuestal y en la pueril intención de jugar con las aspiraciones de la gente.
Esos son los conceptos en los que se sustenta el perfil mesiánico de los candidatos. Tan convencidos están de ello que aseguran que sólo con ellos como gobernadores el cambio podrá llegar a Guerrero. Enhorabuena el optimismo de los aspirantes, pero en realidad ¿a qué se refieren cuando hablan de cambio? ¡qué es lo que cambia? Vayamos por partes.
En caso de que Zeferino Torreblanca triunfara en la gubernatura el primer cambio sería el del partido en el gobierno. Y en un intento de prospectiva, tal vez se cambiaría el modo de hacer política desde el Poder Ejecutivo, asumiendo que se incorporarían algunas tácticas perredistas al tratamiento de los problemas.
Por ejemplo, sería interesante conocer la manera en como lidiarán los funcionarios perredistas con las organizaciones afiliadas a ese instituto político, que son las que tradicionalmente se han convertido en grupos de choque para desgastar al gobierno en turno, además de ser importantes negocios para sus dirigentes.
A ello habrá que sumar a las organizaciones priístas, quienes estarán más desbocadas que nunca y tendrán como consigna echar a perder todo lo que el mandatario de oposición intente, para evidenciar su incapacidad y poca madurez y visión.
Entonces, habría un cambio, pero ¿eso es bueno? Porque no siempre la alternancia ha sido garantía de generar una nueva dinámica que supere lo hecho en los regímenes perredistas. Tan es así que varias gubernaturas que fueron ganadas en las urnas o concesionadas por el salinismo, han sido recuperadas por el Revolucionario Institucional.
Rescatemos el caso federal. Hubo alternancia en Los Pinos, pero ello no ha significado un cambio para mejorar necesariamente. Hay que admitir que si el país no se le ha ido de las manos a Vicente Fox, se debe en mucho al esquema operativo que se puso en acción durante los últimos tres años de la administración de Ernesto Zedillo, así como al creciente flujo de dólares por concepto de remesas.
Pero la alternancia en muchos casos ha significado ineficacia, novatez, ignorancia, falta de capacidad política y administrativa, estupidez en los funcionarios que detentan cargos de mayor jerarquía y un derroche de recursos en esfuerzos mediáticos que llevan como fin el tratar de convencer a la gente que las cosas se hacen mejor que antes. ¿ese es el cambio?
Si triunfara Héctor Astudillo Flores, ¿cuál sería el cambio? De entrada, se trata del mismo partido político que ha gobernado a Guerrero durante más de 70 años. Si se hace un breve análisis de los rostros y personalidades que se ubican en la estructura jerárquica del equipo de campaña y del PRI, se podrá ver que no hay mucha sangre nueva. El cambio generacional en las huestes políticas se resiste a concretarse y, digamos, se trata de pan con lo mismo: una suma de los talentos que han sobrevivido de los últimos gobiernos.
El propio candidato de la coalición Todos por Guerrero ha sustentado su afirmación “El cambio soy yo” en su buena intención de hacer un gobierno más humano y cercano a la gente –el mismo discurso de hace seis años, pero con menor emoción--. Frases más, frases menos, las intenciones en las que sustenta su mensaje egocéntrico parecieran desacreditar o minimizar el trabajo hecho por el actual gobernador.
Además, hay que tomar en cuenta que, en el caso de los dos candidatos mencionados, si bien el ganador será el gobernador, no ejercerán el mando de forma unilateral e omnipotente. Tendrán que allegarse de un equipo de trabajo que no siempre resulta tan efectivo como se quisiera.
Por lo tanto, el cambio no sólo dependerá de la buena voluntad de un hombre, sino de su capacidad para elegir a la persona con el perfil adecuado para ocupar los principales cargos en la administración pública estatal, así como para mantener la cohesión y el ritmo de trabajo, más allá de la lucha de egos, la pelea entre los grupos de poder y la dispersión de aspiraciones políticas de los protagonistas.
“El cambio soy yo” es una afirmación ególatra y aventurada que no refleja más allá que la aspiración de una persona que intenta por todos los medios de convencer a los votantes que son la mejor opción. Hasta antes del año 2000, esa frase encerraba un impacto social en las corrientes de la opinión pública de mucho revuelo. Ahora, después de varios años de que el “cambio” se dio a nivel nacional, nadie garantiza que un candidato pueda enamorar a la ciudadanía de la misma forma.
A final de cuentas: ¿qué es el cambio para los políticos?
El debate abortado.
El debate entre los tres candidatos a la gubernatura finalmente se abortó. Después de muchas expectativas, escándalo estéril, críticas contradictorias y acusaciones a caudales, una vez más se frustró la intención de realizar el encuentro entre Héctor Astudillo Flores, Porfiria Sandoval Arroyo y Zeferino Torreblanca Galindo.
Ante los medios de comunicación, cada candidato ha expresado sus razones para asistir y no asistir al debate. Este enfrentamiento mediático, como siempre, se ubica entre los dos principales contendientes, quienes aprovechan la coyuntura para insistir en un proceso de desacreditación del “otro”, que no aporta nada nuevo.
Héctor Astudillo y su equipo acusan la cobardía e incapacidad del Torreblanca Galindo. Desde el inicio de las campañas oficiales, el debate se constituyó como uno de los principales conceptos del intento de mercadotecnia proselitista, con el propósito de revertir la desventaja que enfrentaba en la preferencia del electorado según las encuestas.
La insistencia en la organización del debate se convirtió en una obsesión para la alianza encabezada por el PRI. Algunas organizaciones intentaron concretar dicha aspiración, empero hubo un primer desprecio por parte del abanderado perredista.
A partir de ahí, se optó por que el Consejo Estatal Electoral fuera el organizador del debate. Sin embargo, desde el primer momento, ese conglomerado ciudadano marcó su distancia en la guerra declarativa estéril, al afirmar que su rol sería única y exclusivamente el de coordinador logístico, en la medida de que los equipos de campaña se pusieran de acuerdo en torno a quien financiaría el evento y los detalles de su organización y transmisión.
Esa actitud permitió que los representantes de las dos coaliciones y el partido político que contienden en este proceso, continuaran fincando las negociaciones en su afán de protagonismo y su ego triunfalista. Si bien hubo un acuerdo inicial en el sentido de realizar tan esperado encuentro el 11 de enero, lo cierto es que no se pudo ir más allá de un documento plagado de buenas intenciones.
Conforme fue transcurriendo el tiempo, los representantes de las coaliciones y los partidos políticos implicados fueron definiendo sus condiciones para la realización del debate; cada uno buscando generar las condiciones que le pudieran ser más favorables a su peleador, asumió actitudes hasta cierto punto intransigentes lo que llevó al mismo destino que antes: a nada.
Llegó el 11 de enero y nada. Simplemente no pasó nada. Eso sí, cada uno de los actores involucrados en este escueto ejercicio de democracia se lanzó a la yugular de sus contrincantes, tratando de exhibirlos ante la sociedad como los cobardes, como los tramposos, como los incongruentes, como los retrógradas.
El priísmo disfrazado de coalición finca ahora su ofensiva mediática en el temor de Zeferino Torreblanca Galindo de enfrentar ideas y propuestas en un espacio público, con el fin de que los electores definan su intención de voto con mayor conocimiento de causa.
El perredismo superado por los subsistemas ciudadanos que realizan el trabajo que la estructura partidaria debería hacer, fundamenta su defensa en la eterna acusación de que Héctor Astudillo Flores y sus estrategas pretenden hacer trampa en el evento, con el fin de cantar a los cuatro vientos que es el triunfador.
Estos argumentos se convierten en excusas, las excusas se convierten en medias verdades. Así cada representante, cada quipo de campaña dice su verdad, la defiende, la argumenta en el mejor de los casos; pero la otra realidad la confronta, la debilita, la contradice. Por lo tanto, ¿a quién creerle?
Cada lector tendrá su opinión y le confiará el beneficio de la duda, o la seguridad de su convicción al candidato de su preferencia. Pero la realidad persiste y marca que a menos de un mes de los comicios, se intensifica el combate estéril sobre un hecho sobre el cual todo mundo habla pero nadie tiene la real voluntad de actuar.
¡Lo que pasará? Tal vez, y sólo tal vez, en los días previos a la jornada electoral, de repente los equipos de campaña se pondrán de acuerdo para organizar un repentino debate. Dependiendo de cómo evolucionen las mediciones acerca de las preferencias del electorado, los equipos de campaña definirán la necesidad de ese encuentro emergente para tratar de romper con el aparente equilibrio que indican las encuestas.
El debate, por lo tanto, se colocaría como el paso final en los cierres de campaña como un instrumento mediante el cual se logre marcar las preferencias a favor de un aspirante, lo cual se refleje días después en las urnas. Sin embargo, eso será posible.
A pesar de lo que muchos indican y de lo que ocurría hace seis años, las campañas no terminan de despegar. Con propuestas de más de lo mismo y alguno que otro sueño guajiro y tremendamente populista, los candidatos pretenden encantar al electorado. Y el debate sería el clímax de ese esfuerzo. Sin embargo, todo podría quedar en una simple e inútil guerra declarativa.
En unas semanas veremos si estos comentarios se sujetan a la realidad –como ha ocurrido en ocasiones anteriores—, o bien, la realidad fue diferente y ojalá para bien. Lo cierto es que a este día, ya no hubo debate.
Ante los medios de comunicación, cada candidato ha expresado sus razones para asistir y no asistir al debate. Este enfrentamiento mediático, como siempre, se ubica entre los dos principales contendientes, quienes aprovechan la coyuntura para insistir en un proceso de desacreditación del “otro”, que no aporta nada nuevo.
Héctor Astudillo y su equipo acusan la cobardía e incapacidad del Torreblanca Galindo. Desde el inicio de las campañas oficiales, el debate se constituyó como uno de los principales conceptos del intento de mercadotecnia proselitista, con el propósito de revertir la desventaja que enfrentaba en la preferencia del electorado según las encuestas.
La insistencia en la organización del debate se convirtió en una obsesión para la alianza encabezada por el PRI. Algunas organizaciones intentaron concretar dicha aspiración, empero hubo un primer desprecio por parte del abanderado perredista.
A partir de ahí, se optó por que el Consejo Estatal Electoral fuera el organizador del debate. Sin embargo, desde el primer momento, ese conglomerado ciudadano marcó su distancia en la guerra declarativa estéril, al afirmar que su rol sería única y exclusivamente el de coordinador logístico, en la medida de que los equipos de campaña se pusieran de acuerdo en torno a quien financiaría el evento y los detalles de su organización y transmisión.
Esa actitud permitió que los representantes de las dos coaliciones y el partido político que contienden en este proceso, continuaran fincando las negociaciones en su afán de protagonismo y su ego triunfalista. Si bien hubo un acuerdo inicial en el sentido de realizar tan esperado encuentro el 11 de enero, lo cierto es que no se pudo ir más allá de un documento plagado de buenas intenciones.
Conforme fue transcurriendo el tiempo, los representantes de las coaliciones y los partidos políticos implicados fueron definiendo sus condiciones para la realización del debate; cada uno buscando generar las condiciones que le pudieran ser más favorables a su peleador, asumió actitudes hasta cierto punto intransigentes lo que llevó al mismo destino que antes: a nada.
Llegó el 11 de enero y nada. Simplemente no pasó nada. Eso sí, cada uno de los actores involucrados en este escueto ejercicio de democracia se lanzó a la yugular de sus contrincantes, tratando de exhibirlos ante la sociedad como los cobardes, como los tramposos, como los incongruentes, como los retrógradas.
El priísmo disfrazado de coalición finca ahora su ofensiva mediática en el temor de Zeferino Torreblanca Galindo de enfrentar ideas y propuestas en un espacio público, con el fin de que los electores definan su intención de voto con mayor conocimiento de causa.
El perredismo superado por los subsistemas ciudadanos que realizan el trabajo que la estructura partidaria debería hacer, fundamenta su defensa en la eterna acusación de que Héctor Astudillo Flores y sus estrategas pretenden hacer trampa en el evento, con el fin de cantar a los cuatro vientos que es el triunfador.
Estos argumentos se convierten en excusas, las excusas se convierten en medias verdades. Así cada representante, cada quipo de campaña dice su verdad, la defiende, la argumenta en el mejor de los casos; pero la otra realidad la confronta, la debilita, la contradice. Por lo tanto, ¿a quién creerle?
Cada lector tendrá su opinión y le confiará el beneficio de la duda, o la seguridad de su convicción al candidato de su preferencia. Pero la realidad persiste y marca que a menos de un mes de los comicios, se intensifica el combate estéril sobre un hecho sobre el cual todo mundo habla pero nadie tiene la real voluntad de actuar.
¡Lo que pasará? Tal vez, y sólo tal vez, en los días previos a la jornada electoral, de repente los equipos de campaña se pondrán de acuerdo para organizar un repentino debate. Dependiendo de cómo evolucionen las mediciones acerca de las preferencias del electorado, los equipos de campaña definirán la necesidad de ese encuentro emergente para tratar de romper con el aparente equilibrio que indican las encuestas.
El debate, por lo tanto, se colocaría como el paso final en los cierres de campaña como un instrumento mediante el cual se logre marcar las preferencias a favor de un aspirante, lo cual se refleje días después en las urnas. Sin embargo, eso será posible.
A pesar de lo que muchos indican y de lo que ocurría hace seis años, las campañas no terminan de despegar. Con propuestas de más de lo mismo y alguno que otro sueño guajiro y tremendamente populista, los candidatos pretenden encantar al electorado. Y el debate sería el clímax de ese esfuerzo. Sin embargo, todo podría quedar en una simple e inútil guerra declarativa.
En unas semanas veremos si estos comentarios se sujetan a la realidad –como ha ocurrido en ocasiones anteriores—, o bien, la realidad fue diferente y ojalá para bien. Lo cierto es que a este día, ya no hubo debate.
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