Antonio Jiménez Gómez
Cada día es más común ver por las calles de Chilpancingo a menores de edad, incluso algunos de niños de hasta 10 y 12 años, circulando velozmente en motonetas, vehículos que son vistos por los chiquillos y chiquillas como un juego más y a partir de esa concepción cometen todo tipo de imprudencias al volante.
¿Qué pensarán los padres al permitir que sus pequeños hijos tripulen, conduzcan un vehículo de ese tipo en las calles capitalinas, zona donde existe una pobre cultura vial en muchos sentidos? ¿Regalos tan onerosos serán la forma ideal de algunos progenitores de mostrar el cariño a sus vástagos, a pesar del riesgo que ello implica? ¿Cómo es posible que la autoridad municipal permita ese tipo de situaciones?
Resulta curioso atestiguar cómo evoluciona el concepto de regalo caro. Un vehículo de esos, cuyo valor es en ocasiones apenas superior a los diez milpesos, permite a los padres prácticamente deshacerse de sus hijos; que se vayan a dar la vuelta, al fin ya son grandes, son responsables y se saben cuidar. Así lo afirman hasta que ocurre un accidente.
Chilpancingo es la ciudad de los privilegiados, de los influyentes. Quien tiene un apellido de cierto abolengo o quien está incrustado en la estructura gubernamental con un cargo de regular nivel, se da ciertos lujos. Y uno de ellos es promover la impunidad y la ocurrencia de conductas irregulares, como es el caso que le comento.
Hay quienes se espantan o se indican cuando les dicen que deben usar el cinturón de seguridad; qué decir de los conductores de las unidades del servicio público del transporte que en la mayoría de los casos son unos salvajes y maleducados; hay también automovilistas que no saben para qué existen los espejos retrovisores y laterales y realizan de forma imprudente movimientos con sus automotores dignos de una película de acción norteamericana.
Asimismo, hay que considerar que quienes montan una motocicleta o motoneta tampoco toman en cuenta precauciones tan básicas como no rebasar por la derecha o mantener su carril. Incluso, para estacionarse son imprudentes, ya que no les importa ocupar cajones de estacionamiento de una forma totalmente ineficiente al dejar atravesados sus vehículos, lo cual podría histerizar a cualquier automovilista que pasa hasta una hora buscando un lugar donde dejar su vehículo.
Ante este contexto, el hecho de que menores de edad operen motonetas representa un peligro potencial. Para muchos padres, como le comentaba, el hecho de hacer ese tipo de regalos, los ha de ubicar en el contexto de excelentes y dadivosos progenitores; posiblemente entregaron ese juguete con tal de que el menor no los moleste y se divierta a su gusto.
Sin embargo, ¿qué va a pasar cuando uno de esos jóvenes, amantes de la velocidad y de los riesgos, de la aventura, tenga un accidente? ¿quién será el responsable mayor? Obviamente, se acusará al automovilista, se escandalizará y se demandará justicia, pero, reitero, ¿quién es el verdadero culpable?
También es común ver a padres o madres de familia que trasladan en esos pequeños automotores a uno, dos y hay quienes tienen la habilidad de llevar a tres –por increíble que parezca, pero se dan la maña--. Aunada a esa proeza digna de haber sido hecha por Pedro Infante en su renombrada película en la que aparecía como policía sobre caballo de fierro, estos padres llevan a sus peques sin ningún tipo de protección, más que la que puede dar un abrazo para evitar que se caigan.
Este tema le podrá parecer trivial, incluso sin importancia. Pero las cosas no son importantes hasta que ocurre una desgracia. Y si la autoridad de Chilpancingo tiene un poco de preocupación por procurar una mayor seguridad para el tráfico vial, está muy a tiempo de evitar que la proliferación del uso de motonetas por adolescentes y sin ningún tipo de seguridad sea un riesgo potencial.
Al rato puede ocurrir el mismo escenario que actualmente se ven en Chilpancingo, en el que una familia cuyo hijo estaba jugando en el techo de su casa de tres pisos y al tropezar, del único lugar donde pudo asirse fue de un cable de alta tensión. La descarga la provocaría la muerte y los padres ahora responsabilizan a la Comisión Federal de Electricidad por poner sus cables donde hay gente. ¿Y por qué ellos permitían que su hijo jugara ahí?
Es cuestión de enfoques, pero en esta vida hay muchos problemas, hay muchas desgracias que se pueden evitar si cada padre de familia o ciudadano asume con seriedad sus responsabilidades.
Correo electrónico: agenciainfogro@yahoo.com.mx
miércoles, mayo 04, 2005
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