martes, febrero 15, 2005

La nueva realidad de los partidos politicos en México

La brutal derrota electoral que sufrió el Partido Revolucionario Institucional en Guerrero el pasado 6 de febrero, lo enfrentaron a la realidad que tantas veces dijo superar, que tantas veces pretendió negar y que nunca pudo solucionar.

Mientras en otras latitudes, el Revolucionario Institucional está recuperando espacios y revirtiendo la tendencia electoral negativa que llegó a su clímax con la pérdida de la Presidencia de la República en 2005, en Guerrero, un estado considerado tradicionalmente como bastión tricolor, la situación fue totalmente adversa.

El burocratismo interno, los caciquismos locales, el reciclaje de políticos de la vieja guardia que se niegan a cumplir el relevo generacional de todo clan, la soberbia de los dirigentes que se rehúsan a aceptar que vivimos en una sociedad más competitiva y exigente, son tan sólo algunos de los factores en que se sustenta la derrota a decir de los propios priístas.

Ante esa situación, el clamor generalizado es, una vez más, reestructurar al PRI. Desde el candidato perdedor, pasando por los dirigentes de los sectores, funcionarios de alto nivel de la administración pública estatal, hasta los llamados “cuadros”, exigen al unísono una reforma interna del partido que le permita resucitar.

Una vez más, los priístas se ponen a frotar bolas mágicas, a realizar estimaciones y configurar escenarios de lo que necesita el partido para cambiar. Seguramente, en breve iniciará un proceso de consulta a las bases –como siempre ocurre--, en el que le preguntarán a la gente cómo debe ser el PRI, cómo crear un nuevo PRI.

Habrá muchos discursos, promesas y compromisos de que ahora sí van a cambiar las cosas en el tricolor. El mismo discurso reciclado y refriteado de los últimos 15 años. Y después de eso, nada, la emoción inicial volverá a caer en la inercia burocrática, en la exigencia de espacios y cuotas de poder de los grupos tradicionales creados en los años de la contundencia priísta, que terminarán desacelerando el proceso evolutivo que tanto dicen que se requiere.

En ese sentido, convendría preguntarse:¿Hasta dónde están dispuestos los actuales mandos priístas de permitir que sangre joven inyecte nueva vida al partido, al tiempo que ellos dejan los espacios que durante años han ocupado y usufructuado? ¿de qué sirve la operación cicatriz si te han amputado una pierna o si no se evita la hemorragia interna?

Uno de los principales problemas del priísmo guerrerense es que ha descuidado la creación de jóvenes dirigentes, la caza de talentos, de líderes regionales, de figuras carismáticas que puedan despertar la pasión de las masas y encausar sus aspiraciones, para así incorporarlas a una manera más moderna y eficiente del trabajo partidista.

Pero no. Si usted compara el modo de trabajar del PRI actual al de hace cinco años, al de hace diez o veinte, encontrará muy pocas diferencias de fondo. Tal vez los sectores se hayan reorganizado, hayan cambiado de nombre una, dos o tres veces. Sin embargo, la estructura corporativista lineal que se mantiene como esqueleto de ese instituto político le impide renovarse.

Toda institución social debe tener procesos homeostáticos que le permitan adaptarse a las condiciones de su entorno, manteniendo su equilibrio interno y garantizando el cumplimiento de la función que motiva su existencia. En ese sentido, el resultado de la elección a gobernador pone en tela de duda la efectividad de ese proceso en el caso del PRI Guerrero.

Por ello, surge el cuestionamiento sobre hasta dónde llegará el compromiso de los jefes de las familias priístas de reestructurarse, de tomar decisiones que afectarán cotos de poder, pero que se perfilan como indispensables para recuperar la confianza de una ciudadanía harta de “pan con lo mismo”.

Surge también la duda de cómo se manejará el PRI ahora que a partir del primero de abril quede oficialmente “huérfano”, en esa nueva etapa en la que no tendrá el liderazgo del gobernador –con todo lo que ello implica-- y que, de algún modo, tendrá que arreglárselas solo para solucionar sus problemas.

En fin, será interesante analizar los modos y formas en que el priísmo guerrerense tratará de reestructurarse a sí mismo, con el fin de lograr que la derrota del 6 de febrero no se repita en las próximas elecciones locales de octubre. Ese será el primer filtro para evaluar la verdadera intención de reformar a ese partido político.

Posteriormente, la carrera presidencial marcará su desarrollo y, después del 2006, ese instituto político podrá ocuparse nuevamente en la reconfiguración de sus elementos y relaciones internas con el propósito de luchar por recuperar la gubernatura en el 2011. Finalmente, lo peor que le puede pasar al PRI es seguir siendo igual.

No hay comentarios.: